“Toda reforma, aun cuando sea necesaria, será llevada por los espíritus mediocres hasta un extremo tal que, a su vez, necesite ser reformado.” (Samuel Taylor Coleridge)
El consejo de dirección de Sgae aprobó, en su reunión del pasado jueves, un cambio en el Organigrama de Sgae, algo que no deja de conllevar cierto riesgo frente al ministerio, que prohibió expresamente cualquier cambio en este sentido sin su previa autorización (lo que, en mi opinión, excede a sus competencias de supervisión y roza una intromisión encubierta en la gestión, que difícilmente cuadra con el carácter privado de una entidad como la nuestra. Esto no debería confundirse con exigencias más recientes y, contrariamente, procedentes).
Independientemente de ello, parece lógico, y es tarea del órgano ejecutivo, el establecer un organigrama que permita la mayor eficacia en la gestión de los derechos de los socios.
Lo que no parece tan justificable, quizás, es cambiarlo en circunstancias como las actuales, desde una legitimidad dudosa (como consecuencia de una composición mermada de los órganos de gobierno, en número y en representatividad colegial), de un "inasumido" fracaso asambleario (en la urgente e ineludible tarea de adaptación normativa), y de una falta de credibilidad manifiesta y una alarma social creciente (ante la amenaza de una intervención política, de la expulsión del escenario internacional y de la devastadora "diáspora" de relevantes socios de la entidad - autores y editores -, que representan importantísimos repertorios cuya recuperación solo podría plantearse en el escenario de una disolución de la actual Junta Directiva y una convocatoria de elecciones que devuelva la normalidad institucional a la Sgae).
En todo caso, y siendo justos, debemos recordar que hemos venido demandando una mayor dedicación a la gestión de la entidad, postergada ante la exclusiva dedicación política, como prioridad de nuestros representantes, por lo que, al menos en primer término, debemos acoger con alguna esperanza esta iniciativa, que suponemos del nuevo director general. Desearíamos que ello marcara el final de la etapa de una administración desorientada, descabezada, desmotivada y hasta aterrorizada de atraer sobre sus cabezas la cólera presidencial (o la de sus validos), testigos impotentes de las purgas de una Pilar Jurado cuya capacidad de dinamitar un equipo de gestión solo es comparable a su incapacidad para reemplazarlo con alguna garantía y un mínimo criterio. Porque así como no le tembló el pulso a la presidenta a la hora de "defenestrar" a quienes entendió que no mostraban el suficiente entusiasmo en "comulgar con sus ruedas de molino", tampoco lo hizo en el momento de sustituirlos por perfiles cuya cualidad más destacable (casi la única, en algún caso) era esa "amplitud oral", junto a una lealtad inquebrantable a la "Khaleesi" de Longoria.
Por eso, seguramente, algunos le han durado tan poco.
- Flor de un día fue su director de gabinete, con un coste para los socios de 30.000 euros por dos meses de intensa dedicación, hoy sustituido por un Iván García Pelayo al que, a la espera de encontrarle sitio, ya remuneraba Pilar Jurado como asesor "oficioso" y sin contrato alguno que lo respaldase. García Pelayo cumple así su perseguido sueño de tener cargo oficial, despacho (del que ha desplazado, ni más ni menos, al Secretario General, tercera autoridad de la Sgae) y sueldo (naturalmente, con gastos de representación) en la casa, para poder seguir haciendo lo que ha venido haciendo hasta ahora, es decir, poca cosa. A partir de su "ascenso", García Pelayo podrá seguir haciendo proselitismo político con los socios, pero ahora, además, podrá invitarlos a comer (invitarlos es un eufemismo, dado que, a la postre, los socios pagaremos las facturas).
- El anterior director general, Miguel Angel Recio, su fichaje estrella, el que iba a "profundizar en los nuevos retos de la defensa de los derechos de autor que venían demandando nuestros socios", ha durado seis meses (tras los cuales, según nos contaron desde la entidad, "abandona la entidad de mutuo acuerdo para iniciar nuevos retos profesionales").
Ya ven que el entusiasmo le duró poco y el "reto" de Sgae no parece haberlo llenado lo suficiente, aunque sí le llenó con generosidad los bolsillos (no solo por el nada despreciable sueldo percibido por sus seis meses de desvelos, sino por la generosa indemnización a la que se sumó el "bonus" completo, por haber cumplido sus objetivos (que sería bueno conocer, por otra parte).
- Fugaz fue también el paso de la directora de RRHH, que sustituyó a otra víctima de las "purgas pilaristas", Raul Cerejido, y que salió corriendo tras negarse a firmar el contrato blindado de Clifton Williams, blindaje que la presidenta quiso colar, como hizo con otros beneficiarios de su generosidad a nuestra costa, pero que ante las circunstancias se vio obligada a someter al consejo de dirección, que, en un infrecuente pero apreciable ejercicio de responsabilidad, lo desautorizó (aunque por los pelos, no crean).
En todo caso, parece que ya tiene sustituta, según vemos publicado, Juana María Fernández Martín del Campo, otra apuesta personal de Pilar Jurado de la que apenas sabemos lo que leemos en prensa (y no es mucho) o en la web. Veamos lo que dura (lo que parece ligado, dados los antecedentes, a su "flexibilidad").
Pero volviendo al nuevo organigrama, e independientemente de lo comentado al respecto, queremos pensar que estamos ante una iniciativa del nuevo director general y que formará parte de un plan de gestión que, como hemos insistido, es muy necesario.
No conduce a un optimismo exagerado, sin embargo, el pensar que el señor Angaramo ha sido fichado con fecha de caducidad (6 meses), lo que no invita a pensar en un plan a largo plazo (al menos con él formando parte de ello).
El cambio introducido consiste en la creación de dos nuevos cargos: Una Coordinación del "Front Office" y una Coordinación del "Back Office".
La primera, se ha encomendado a Juan Carlos Fernández Fasero, que entendemos deberá compaginar con la "Dirección de Comunicación Pública y Red Territorial", que hoy desempeña.
La segunda ha recaído en Clifton Williams, recientemente nombrado "Director de Reclamaciones y Control de Procesos".
De lo que ya no estamos tan seguros es de si la propuesta sobre las personas es directa y personal del nuevo director general, un hombre de la casa, que, aunque retirado, debemos pensar que conoce sus mecanismos y procesos.
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Podría serlo, sin duda, en el caso de Fasero, que desde su formación académica y por su amplia experiencia profesional en cargos de gestión y coordinación de redes comerciales, encaja perfectamente en el perfil de un coordinador de ese "Front Office" (algo que, de hecho, ya ejercía, al menos en su ámbito de actuación, aunque parece que ahora excederá a éste, recuperando una figura que ya existió y que ocupó con muy buenos resultados el añorado Javier Trujillo, iniciativa que no es de extrañar, dada la experiencia pasada en la casa de Juan Carlos Angaramo).
Menos obvias se nos antojan la figura y, desde luego, la elección de Clifton Williams (cuya carrera fulgurante en la entidad es insólita en un miembro de la Junta Directiva), ya que no parece que encaje en el exigente perfil de un cargo que conlleva tanta responsabilidad. Tampoco parece lo más lógico delegar dicha función en una persona cuya cualificación profesional
(tanto a nivel de experiencia, como
académico) es claramente inferior a la
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de aquellos profesionales, directores y gerentes de importantes departamentos de la casa, a los que deberá, pretendidamente al menos, supervisar y coordinar, algo, además, que a nuestro juicio debería ser responsabilidad directa del director general (que a este paso se va a quedar para cortar cupones).
La creación de una "subdirección general camuflada" (algo entendible y hasta conveniente si se piensa en un relevo ordenado) para el hoy omnipresente Williams tampoco anuncia un proyecto muy serio, y diríase que se prepara un futuro con Clifton como "Cardenal" y primer ejecutivo de la casa, Pelayo como ministro de presidencia y asuntos exteriores, y Pilar Jurado como versión femenina de un Luis XIII jugando a las batallas navales en el Palacio de Longoria.
Todo ello con el beneplácito de una junta agradecida y que bastante tiene con ocuparse de sus cosas.
Lógicamente, lo primero que se preguntarán muchos de nuestros socios será qué es eso de "Front Office" y "Back Office", que suena tan "anglosajonamente" importante y que, en nuestro lenguaje coloquial patrio, podríamos traducir por "mostrador" y "trastienda" (con la complejidad, eso sí, que dichos ámbitos, en el más amplio sentido, suponen en una organización como la nuestra, o en una empresa de su tamaño).
Para que lo entendamos bien, a grandes rasgos, el "Front Office" lo componen aquellos departamentos que tienen contacto o que tratan directamente con el cliente, mientras que forman el "Back Office" aquellos que no tienen trato con el mismo y cuya función es preferentemente interna.
No resulta llamativo, por lo tanto, que un profesional consagrado, como Fasero (con una experiencia contrastada en la gestión cultural, pública y privada, y ya dentro de la Sgae, tras su paso como delegado de la zona "Noroeste", como Director de Comunicación Pública y Red Territorial) se haga cargo de la coordinación del "frente clientelar" de la entidad y parece una elección lógica por parte del nuevo director general, una vez decidida la creación (más bien recuperación) del puesto.
Más dudas plantea el que Clifton Williams, de cuyo curriculo apenas extraemos que estudió en el colegio de los "maristas", que se define a sí mismo como creativo, práctico, metódico, líder o leal, entre otras cualidades, todas muy apreciables pero no sé si suficientes, y cuya experiencia profesional (no creo que la participación en órganos de gobierno de Sgae, sin carácter ejecutivo, pueda contar como tal) está muy focalizada en la gestión administrativa de una pequeña editorial, fundamentalmente dedicada a la comercialización de librerías, sea la persona más indicada que hayan podido encontrar para supervisar y coordinar departamentos como "Operaciones", "Sistemas", "RRHH", o las comunicaciones, y no digamos ya las finanzas y contabilidad, de Sgae, a cuyos responsables, dicho sea sin la menor intención de ofender, no creo que tenga mucho que enseñar.
Con todo respeto para el señor Williams, cuya aportación podría ser valiosa en el ámbito de sus capacidades, no me parece una propuesta afortunada (ni respetuosa, seguramente) por parte del nuevo director general, como tampoco me parecería admisible que ello fuese producto de una imposición presidencial, toda vez que, además, la responsabilidad administrativa recaerá en el señor Angaramo.
Resulta extraño también que el consejo de dirección haya pasado por alto esta cuestión y no haya sido algo más exigente en la presentación de candidatos, pues suya es, en última instancia, la última palabra y de su criterio depende la administración y la ordenada gestión de nuestros derechos y nuestro patrimonio social.
Decía Alberto Moravia que, "curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado".
Da la impresión que algo parecido les ocurre a nuestros consejeros y junteros electos, a la hora de asumir su responsabilidad por la caprichosa gestión de Pilar Jurado, a la que, no solo mantienen, sino que consienten sus constantes dislates y los de su "camarilla" de estómagos agradecidos.
Pero sí lo son, y no deberían olvidarlo...
José Miguel Fernández Sastrón
(21 de septiembre de 2019)
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