Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.
(Aldous Huxley)
Finalizaba el siglo XIX, y lo hacía de forma muy parecida a como empieza este siglo XXI, al menos en lo que a los autores y editores se refiere, cuando se creó la SAE (Sociedad de Autores Españoles).
Es curioso como nos empeñamos en reproducir nuestros peores errores, seducidos por los mismos cantos de sirena y empujados por la misma ignorancia insolidaria una y otra vez.
La SAE (antecesora de la actual Sgae) nació, en 1899, de un viejo conflicto entre autores y editores y su gestación no fue fácil. Y no sólo por la tenaz oposición de Florencio Fiscowich, por aquel entonces "editor mayor del Reino" (que prácticamente monopolizaba el repertorio comercial de la época), o, al menos, no sólo por su oposición directa. De hecho, la mayor oposición vino de la mano de sus "autores de cabecera", nombres de prestigio de entonces, cuya visión cortoplacista y su temor a contrariar a la gallina de los huevos de oro les hizo tomar partido públicamente contra la SAE y a favor del todo poderoso "archivero" (que así es como se conocía entonces a los editores). Olvidaban, o pretendían olvidar, que los "huevos de oro" los ponían ellos, a precio de ganga, además, si consideramos el beneficio que el "cocinero" obtenía (y obtiene) por su comercialización.
A la creación de esa Sociedad de Autores Españoles (SAE) siguió poco después la de la "Asociación de Autores, Compositores y Propietarios de Obras de Teatro", conocida como la "Contrasociedad", una iniciativa del editor Fiscowich, que contaba para los puestos de honor con nombres de la talla de Perez Galdós, Echegaray, o Larra y cuya primera Junta Directiva integraron Amadeo Vives, Carlos Fernández Shaw, Julián Romea y el propio Echegaray, entre otros.
Cómo puede verse, lo más granado de la profesión autoral acudió solícito, también entonces, a la llamada del deber y la lealtad para con sus supuestos "benefactores", capitaneados por el editor Fiscowich.
Sinesio Delgado lamentaba esta actitud autoral cuando decía "Y lo increíble, lo absurdo, lo inesperado fue que ya no tuvimos en frente a Fiscovich solo. Se unió a él, con el propósito deliberado de convertirnos en polvo menudo, la flor y nata de los autores amarrados al yugo de las casas editoriales", lo que definió como un "inexplicable ¡Vivan las cadenas! lanzado pública y solemnemente por las personalidades más ilustres del arte teatral..."
Como vemos, nada nuevo bajo el Sol.
En aquella ocasión, sin embargo, el tesón de los Delgado, Chapí y compañía acabo ganando la batalla a Fiscovich y los archiveros, provocando la disolución de la llamada "Contrasociedad" (Fiscowich cedió la totalidad de su archivo a la SAE por 400.000 pesetas de la época).
Pero volvamos al presente. La noticia de estos días son las cartas pidiendo la retirada de repertorios a la Sgae por parte de las editoras multinacionales y algunas independientes, además de un largo listado de autores importantes y mediáticamente relevantes, con nombres como Julio Iglesias, Joaquín Sabina, José Luis Perales, Fito Páez, o Ramón Arcusa. El caso de Arcusa, eso sí, es algo particular, pues su actitud hoy crítica y su solicitud de retirada de su repertorio vienen precedidas de un expreso apoyo a la presidencia actual y un optimista augurio para su gestión hace apenas un mes, tal y como pudimos ver en su twitter oficial el pasado 24 de mayo.
Estas cartas no tienen en realidad un efecto inmediato, puesto que no supondrían tal retirada hasta el próximo 31 de diciembre, por lo que podrían entenderse más como una medida de presión que otra cosa, lo que no significa que, de no variar las circunstancias que las han causado, se conviertan en una retirada efectiva. Seguramente, sin embargo, los firmantes preferirán que todo quede en un aviso y no tener que tomar esa decisión (el propio Arcusa lo confirma al ABC al decir "Cuando me enteré de que había cabezas de lista como Sabina, Serrat o Julio Iglesias, Manolo y yo nos lanzamos a unirnos a ellos. La retirada de catálogo es una medida preventiva. U os ponéis las pilas y arregláis esto, o nos vamos todos. Lo cual sería un desastre").
Y lo sería, sin duda. Entre otras cosas, porque de momento no existe una alternativa viable en España para ellos (hablamos de repertorios musicales), lo que supondría que, en el caso de que optaran por una entidad extranjera (sin licencia para actuar en nuestro país), esto tendría consecuencias bastante poco favorables (e, incluso, algo contradictorias).
En primer lugar, y en tanto no exista una alternativa real, se daría la paradoja de que, en el territorio español, Sgae seguiría recaudando sus derechos, que vendrían a cobrar con un mayor retraso (pues Sgae tendría que enviárselos a la entidad extranjera elegida) y soportando un doble descuento (el de Sgae y el de la sociedad extranjera). Y encima sin tener ya ni voz ni voto en los asuntos de la entidad. Esto sería un mal negocio para aquellos autores cuyos repertorios se utilicen principalmente en España, al igual que para los editores independientes en la misma circunstancia.
El caso de las filiales de las editoras multinacionales no es muy diferente, ya que, aunque la mayor parte de su repertorio es internacional, es su utilización en España la que les repercute. En su caso, además, podría incluso hacerse bastante prescindible su presencia, o al menos en la dimensión actual, en España a partir de ese momento, dado que no tendrían mucho trabajo aquí. No parece, por lo tanto, un futuro muy halagüeño para sus directivos locales (por mucho que les anime ese asesor habitual de confianza, en gran medida responsable de muchos de sus actuales quebraderos de cabeza, y que seguirá, seguramente, estimulando un escenario poco realista a su propia conveniencia y la del mejor postor).
Cabe, sin embargo, la posibilidad de que sí se constituyan, una, o varias alternativas.
De hecho son ya varios los que olfatean el negocio y están al acecho (al margen del incombustible Patacho, siempre ofreciéndose y que no cuenta ni pinta nada en esto, más allá de su papel de "agitador útil").
La rumorología habla de la llegada de una entidad extranjera (Guirao ya contempló con sorprendente satisfacción esta posibilidad), entre las que se mencionan la francesa SACEM, la británica PRS, y recientemente la norteamericana SESAC (esta ya dentro del modelo "especulativo" al que nos hemos referido en otras ocasiones). No parece muy probable en un principio el caso de las primeras, o al menos no directamente, ya que con ello estarían estimulando un principio "contra-exclusivo" que pondría sus propias barbas en remojo.
El caso de SESAC es más planteable, por su naturaleza empresarial, su vocación mercantilista y su trayectoria.
Pero...
¿Es la especulación la alternativa?
Hoy la noticia es que la principal candidata a hacerse con el mercado de derechos de autor en nuestro país sería la SESAC, y según nos revela el diario ABC "La propiedad de esta entidad es, desde 2017 del fondo neoyorkino Blackstone, uno de los mayores inversores mundial, un conglomerado conocido en España por las sociedades cotizadas o «socimis» y los fondos llamados «buitre» que ya tienen la propiedad de 30.000 viviendas de alquiler en España y por los problemas judiciales que la adquisición de viviendas sociales por debajo de su precio de mercado ha causado a la exalcaldesa Ana Botella y a su equipo, un caso recientemente reabierto en el juzgado 30 de Madrid para dos colaboradores suyos por presunta prevaricación".
No parece la mejor carta de presentación, en todo caso y desde luego viene a darnos la razón en el diagnóstico que venimos haciendo desde hace tiempo respecto del advenimiento de una "gestión selectiva" auspiciada desde el poder.
La solución a los conflictos de Sgae y su permanencia en la "partida" está en estos momentos en manos de una Junta Directiva que, inexplicablemente, no ha dado señales de vida desde la pasada asamblea, pese a las inquietantes consecuencias de la misma, apoyando, al menos tácitamente, a una presidenta que sigue dando palos de ciego y practicando la política del avestruz. Treinta y cinco directivos, elegidos por los socios para defender y gestionar sus derechos y que, de momento, dan la callada por respuesta.
En el exterior son muchos ya los que dudan de la viabilidad de Sgae y de que exista una solución para los autores de este país.
Yo prefiero pensar que sí la hay, pero lo que no creo es que vaya a venir de la especulación patrocinada por un fondo neoyorkino, ni de la taimada Junta Directiva actual, cuya incapacidad de reacción es ya una evidencia para todos.
Y si hay que mirar en alguna dirección para encontrar complicidades, no será hacia el Este.
Tal vez al Oeste, sí, pero un poco más al sur de SESAC, ya que, no lo olvidemos de tanto hablar de dinero, nos jugamos también nuestra relevancia cultural en un mundo globalizado...
José Miguel Fernández Sastrón
(3 de julio de 2019)
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