La llamada "rueda" monopoliza desde hace tiempo la actualidad de la Sgae, consolidándose como su principal problema, si no el único, a ojos de los medios de comunicación, de la opinión pública en general y, seguramente a consecuencia de ello, de una clase política que se muestra alarmada frente a los supuestos desmanes y corruptelas en la casa de los autores. Como consecuencia de esta priorización se eclipsan otros problemas, tanto o más más relevantes y urgentes, y que van a condicionar de manera determinante el futuro de los autores, de la gestión colectiva y de la propiedad intelectual tal y como hoy la entendemos.
Por ello, urge solucionar este conflicto.
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Todos hablan de "la rueda", pero en realidad casi nadie entiende muy bien en que consiste, más allá de las conclusiones más obvias y las versiones cuidadosamente extendidas por unos y por otros desde cada orilla.
Ya expliqué anteriormente el origen del término, por lo que no me extenderé en ello.
Hoy se aplica a las editoriales televisivas y a aquellos autores que participan del lucrativo negocio de las emisiones nocturnas de conciertos, entre los que destaca un reducido grupo que ha hecho de este modelo una carrera profesional y que acapara un altísimo porcentaje de los ingresos que produce la franja de madrugada. Pero podríamos hablar también de otras "ruedas", en otros ámbitos, que han pasado y pasan desapercibidas y que no han suscitado tanto interés mediático, ni político, como la de los conciertos de las madrugadas televisivas. De aquellas voy a hablar también en esta entrada, aunque empezaré por la llamada "rueda de las televisiones", para evitar la suspicacia de quienes pretendan ver este artículo como una glosa de la misma, y lo haré desde el rigor que permite el conocimiento de su casuística, utilizando en todo momento datos objetivos que eviten toda tentación de caer en los prejuicios y presunciones que, a menudo, han contaminado el debate de este conflicto, dificultando una solución razonable del mismo.
La "rueda de las televisiones"
Todo el mundo opina de la denostada "rueda de las televisiones", aunque son pocos los que lo hacen con un mínimo criterio, dejándose llevar en la mayoría de los casos por informaciones confusas que mezclan verdades con falsedades, o medias verdades esculpidas a la carta.
Estaríamos hablando de un posible abuso de posición dominante por parte de las cadenas de televisión en la programación musical de sus propios repertorios y sus consecuencias en el reparto, como ya he definido en alguna ocasión.
Me van a permitir explicar esta cuestión de un modo esquemático y sencillo, de forma que sea accesible a aquellos que no estén familiarizados con el complejo mundo de la gestión colectiva y el derecho de autor en general. Para una mejor comprensión, voy a intentar responder a las preguntas más frecuentes que he escuchado al respecto, así como también a aquellas que no vendría mal que algunos se hicieran.
- ¿A qué se denomina la "rueda de las televisiones"?
Se utiliza este término para referirse a una práctica que afecta a las editoriales de las cadenas televisivas y a un grupo de autores, que obtendrían altos beneficios a través de las liquidaciones de los derechos provenientes de las televisiones, como consecuencia de la emisión de conciertos durante las horas nocturnas (la llamada franja de madrugada), que se repiten de forma deliberada a tal fin, reiteración que sería presumiblemente tediosa para el espectador en general, pero que pueden permitirse aprovechando la escasa audiencia de ese horario y su mínima relevancia estadística (hablando en términos comerciales).
A menudo escuchamos que se trata de música de baja calidad, apenas audible, o de arreglos sobre dominio público, lo que forma parte de una "leyenda negra", basada en hechos del pasado, pero deliberadamente utilizados en el argumentario sin otra finalidad que descalificar y hasta demonizar una realidad diferente a la que nos venden, aunque no por ello exenta de una picaresca censurable y de una metodología que permite la acumulación de la mayoría de los beneficios por parte de un grupo reducido de autores, una deducción tarifaria indirecta para las cadenas de televisión, vía retorno editorial, y un "clientelismo autoral" cuyas consecuencias políticas hemos podido comprobar recientemente (lo que no es tampoco un elemento nuevo, ni exclusivo de este entorno, como veremos cuando hablemos de otras "ruedas" más adelante, pero que ha adquirido una dimensión que exige medidas urgentes y efectivas).
Es muy reveladora de la confusión general respecto de esta cuestión la definición que hemos leído en algunos medios y que habla de "temas libres de derechos, a los que se hacen "falsos arreglos", se registran como nuevos y se emiten, "en connivencia" con responsables de distintas cadenas, de madrugada para generar para ellos mismos derechos de autor. En eso, dicen, consiste la llamada "rueda de las televisiones" que investiga la Policía". Lo que ocurre es que, si bien es cierto que es eso lo que investigó la policía y está en estos momentos sub iúdice, a día de hoy no es lo que produce el conflicto en los repartos televisivos. De hecho, si así fuera, hablaríamos de un problema superado, ya que los "falsos arreglos" a que hacen mención fueron detectados, anulados y los importes percibidos por los mismos recuperados y retenidos por parte de la Sgae, a la espera de que otro juzgado autorice su reparto a los perjudicados. Tampoco son hoy el problema los fondos musicales de "tarots" o "teletiendas" en las madrugadas, que son también cosa de otros tiempos.
La polémica actual se ciñe a los conciertos y videos musicales que emiten las televisiones entre las 2h y las 7h de la madrugada, que constituyen un alto porcentaje de los minutos musicales totales emitidos por las cadenas, lo que, pese a los coeficientes diferenciales establecidos por Sgae para penalizar el valor de la música en la franja nocturna y primar los horarios de máxima audiencia (y que son muy parecidos, incluso más drásticos, que los que operan en las entidades internacionales de nuestro entorno), conlleva un desplazamiento exagerado del dinero percibido por la licencia de Sgae que pagan las televisiones hacia dicha franja nocturna.
- ¿Se trata de una práctica ilegal?
Hay que ser claro en este sentido, para evitar confusiones:
Ni la emisión de música en las madrugadas por parte de las televisiones, ni la participación de los autores en dicha programación, constituyen en sí mismas ilegalidad alguna.
Tampoco es ilegal la creación de editoriales por parte de las cadenas televisivas, ni la firma de contratos con ellas por parte de los autores que componen por encargo de las mismas (aunque, en este sentido y para quienes tengan interés en conocerla ya expuse mi opinión en este mismo blog, en septiembre de 2013, respecto de las editoriales creadas por usuarios, ya sean discográficos, radiofónicos o televisivos. Puede encontrarse en la entrada "Editores circunstanciales": ¿Una laguna en el espíritu de la L.P.I ? )
Otra cosa sería que alrededor de esta cuestión se hubiesen producido casos de prácticas entre particulares que pudiesen ser constitutivas de delito, o que de ellas pudiera derivarse alguna responsabilidad fiscal, pero eso es cosa de los jueces y serán ellos los que lo determinen. En todo caso, no debe considerarse como una circunstancia intrínseca del modelo, por más que lo podamos cuestionar, ni permite criminalizar a los autores que participen en los conciertos nocturnos, etiquetándolos como presuntos delincuentes por el mero hecho de estar ahí.
- ¿Si no es ilegal, qué hay entonces de criticable en ello?
Lo cierto es que, aunque no es una práctica ilegal, como ya hemos dicho, sí tiene mucho de "picaresca" y se basa en una perversión del sistema de "tarifa por disponibilidad". Las cadenas obtienen retornos "artificiosos" a base de programar minutos musicales en las madrugadas, que los autores les proporcionan gratuitamente a cambio de garantizarse una emisión reiterada que acumule la mayor cantidad posible de derechos generados en un semestre, lo que las cadenas pueden permitirse ante la escasa audiencia de ese horario.
- ¿A quiénes se está beneficiando?
En primer lugar, los mayores beneficiados serían las editoras de televisión, ya que obtendrían el 50% de los ingresos derivados de toda la música emitida en las madrugadas.
En segundo lugar los autores con repertorios emitidos en dicha franja, aunque la experiencia demuestra que de manera muy poco equilibrada, siendo una minoría de ellos los que acapararían casi un 80% del dinero repartido.
Aquí es importante abordar algunas "medio-verdades" extendidas por los defensores de este modelo, así como algunas falsedades esgrimidas por sus detractores más acérrimos.
- Dicen los defensores que la noche permite una presencia de autores nacionales que no tienen sitio en en entorno comercial monopolizado por las grandes multinacionales y que ofrece una ventana a repertorios menos comerciales como el jazz, la música instrumental o el flamenco. Y eso es verdad. Y es bueno que exista esa ventana. Lo que ocurre es que no puede ignorarse que, mientras no exista una política gubernamental que proteja nuestra propia cultura, nuestros repertorios musicales, nuestro cine, o nuestro teatro o danza, no puede exigirse a los repertorios ajenos a ello que financien esta ventana de oportunidad. Porque es erróneo pensar que las televisiones ofrecen de forma altruista una oportunidad a los autores españoles, ya que lo que hacen es utilizarlos para obtener un beneficio (que a la postre supone un recorte al derecho de autor, en forma de rebaja tarifaria indirecta vía retorno).
- Dicen los defensores que este modelo da de comer a 4.000 autores que tienen sus obras en las madrugadas. Y esto es una de las medio-verdades más utilizadas. Porque lo que no dicen es que, si bien son casi 4000 los socios que tienen alguna presencia en las madrugadas, el 80% del dinero que se genera en esa franja va a poco mas de cien (entre los que están las cadenas de televisión, que vía editorial se llevan el 50% de todo). Y que de ese 80%, apenas veinte reciben, a su vez, la mayor parte del pastel.
Por eso, siendo importante la ayuda que para muchísimos autores suponen estas emisiones, que les proporcionan unos ingresos estables y les permiten vivir de su trabajo y acometer otros proyectos, ha sido la codicia de unos pocos la que ha hecho de un modelo sostenible un negocio millonario en manos de una minoría de privilegiados. De hecho, si elimináramos estos excesos y computáramos solo lo que percibe esa mayoritaria "clase media" de las madrugadas, las cifras no hubieran producido el escándalo y la polémica actual.
- Dicen a menudo los detractores (especialmente las editoras multinacionales) que lo que les preocupa es el interés de los autores a quienes representan y la injusta distribución de la que hablábamos en el párrafo anterior. Y esto también es una medio-verdad, acompañada de una gran mentira. La aplicación del Laudo de la OMPI en 2017 demostró dos cosas muy relevantes: que el mayor problema de la música en televisión es que apenas hay música (comercial) en su programación y que con el límite aplicado a la noche los repertorios más favorecidos fueron los fondos publicitarios (a día de hoy, generalmente, repertorios internacionales pertenecientes a los catálogos multinacionales). Por otra parte, aunque el dinero de la madrugada se repartiese equitativamente entre los autores participantes, incluso entre todos los autores de la Sgae, el problema de las multinacionales seguiría siendo el 50% editorial que quedaría en manos de las televisiones, que es lo que, en realidad, les afecta.
- ¿A quiénes se estaría perjudicando?
Para responder a esta pregunta es importante entender como funciona la recaudación y el reparto de los derechos de televisión.
Las cadenas pagan a la Sgae una cantidad fija trimestral (que se reparte semestralmente). Esta cantidad obedece a una tarifa negociada y les da derecho a emitir todo el repertorio gestionado por Sgae, que es el de sus socios y el internacional, que representa en España en virtud de contratos de reciprocidad (de la misma forma, por ejemplo, que la SACEM francesa, o la PRS británica gestionan los derechos de los socios de Sgae en Francia o el Reino Unido).
Este sistema significa que las televisiones pagan lo mismo, sea cual sea el número de obras emitido en un semestre.
Naturalmente, esa tarifa no es caprichosa y se basa en una estimación del porcentaje de utilización del repertorio por parte de las cadenas, de forma que resulte equilibrada al valor del repertorio que se licencia.
Lo que ocurre es que, una vez fijada esta tarifa, las televisiones aumentan en gran medida la emisión de música, pero lo hacen durante la madrugada y con repertorios que pertenecen a sus editoriales. La consecuencia es evidente: el dinero que se repartía se divide ahora entre muchas más obras y la mayor parte va a las obras nocturnas de las televisiones, lo que constituye claramente un uso preferencial con el fin de obtener un beneficio (a costa del resto de repertorios, ya que la tarifa no varía).
Los perjudicados son, por lo tanto, los autores y editores cuyos repertorios se emiten en televisión en horarios distintos a la madrugada, que ven como se devalúa el valor de sus obras en beneficio, no del valor (que es claramente inferior, una vez aplicados los coeficientes correctores de franjas horarias), sino de la rentabilidad de un repertorio nocturno explotado de forma metódica para obtener el máximo rendimiento, aprovechando para ello la irrelevancia (numérica y estadística) de la audiencia en dicho horario.
No existiría perjuicio si las televisiones pagaran una tarifa superior que incluyera la emisión de esa música añadida a posteriori, ya que el aumento de obras a repartir se vería compensado por el aumento del dinero pagado por las cadenas. Pero, dado que no es así, obviamente se causa un perjuicio evidente al resto de repertorios emitidos.
Sí conviene aclarar, pues es una confusión extendida (deliberadamente en muchos casos) que en modo alguno perjudica este conflicto a obras y autores que no están presentes en las emisiones de televisión. Es frecuente escuchar las protestas de algunos autores que atribuyen la bajada de sus liquidaciones a la existencia de la "rueda de las televisiones", pero que no tienen repertorio alguno en dicho medio, lo que debería hacerles meditar al respecto y buscar otras causas para su desgracia. Si tu obra no se emite en televisión, la "rueda de las televisiones" no te afecta en ningún caso (económicamente hablando, en lo que respecta a tus liquidaciones).
¿Tiene solución este conflicto?
Lo tiene, o al menos lo tendría si se abordase desde la ecuanimidad, el rigor y la voluntad que son difíciles desde los extremos afectados, que se aferran a sus propios intereses y no contemplan otra posibilidad que la aniquilación del enemigo. Unos y otros ejercen el más tópico de los clientelismos para fidelizar a sus huestes en defensa de sus dogmas, y no quieren oír ni hablar de nada que no signifique el triunfo del bien sobre el mal (adjudicándose cada bando el papel del "bueno" de la película).
Pero la solución pasa por entender varias cosas (por parte de unos y de otros):
En primer lugar, que la televisión ya no es un medio de difusión musical al uso y su reparto no es equiparable al de medios intrínsecamente musicales, que ofrecen el repertorio que consideramos comercial. Las televisiones utilizan música propia del medio y esta se compone esencialmente de sintonías, caretas, fondos (incluidos los publicitarios) y ambientaciones musicales, además de la música propia del audiovisual (otra asignatura pendiente y otro foco de conflicto en un futuro próximo). La relevancia de estos repertorios en este medio es indiscutible, pese a que tradicionalmente se han venido despreciando y devaluando.
La existencia de editoriales televisivas es una mera continuación de lo que ocurrió en el entorno radiofónico y discográfico anteriormente. Lo que debería regularse es la posibilidad o no de autorizar la creación de editoriales por parte de los usuarios (con la consabida consecuencia de retornos sobre el pago que estos deben hacer a las entidades de gestión y el uso preferencial que pueden estimular), o en su caso, el establecimiento de limitaciones a dichos retornos (basados en su condición de usuarios y no en criterios de audiencia o relevancia comercial, que son un riesgo para el propio concepto del derecho de autor, que debilitan). Esto no es únicamente un problema del ámbito televisivo, ya que ocurre en otros ámbitos, como el radiofónico o el discográfico (y no tardará en consolidarse entre las plataformas de distribución online).
La problemática se deriva de la posibilidad por parte de un usuario de obtener un retorno vía editorial, ya que ello condiciona, sin duda, la selección del repertorio a emitir, convirtiéndose en un criterio mucho más relevante que cualquier otro (especialmente en los casos de una función secundaria de la música emitida) y dando lugar a ese "uso preferencial" que tanto denuncian algunos, entre ellos, quienes lo inventaron en sus propios ámbitos (en los que no parece causarles desasosiego alguno).
La defensa del repertorio nacional es una condición deseable en una entidad de gestión de derechos de autor, pero ello no justifica en ningún caso desatender la obligación contraída con los repertorios internacionales representados, cuya gestión debe acometerse con igual rigor y transparencia.
La exagerada preponderancia del repertorio internacional en nuestro mercado no puede abordarse desde la negligencia en su gestión en favor del repertorio propio, pues con ello lo único que se consigue es mantener una ficción que, siendo cuestionable desde una ética profesional, es además insostenible en el actual escenario legal, abierto a las severas reglas del mercado y a la especulación propia de un modelo de "gestión selectiva".
Es el gobierno quien debería propiciar una legislación en favor de la cultura española, como hacen otros estados de nuestro entorno, y protegerla, fortalecerla y estimularla, creando el marco adecuado para el desarrollo de un sector determinante para nuestra relevancia como potencia cultural en un mundo globalizado. Y ello exige algo más de imaginación que simplemente establecer un límite a los repartos de las madrugadas, algo que el tiempo demostrará que no hará sino trasladar el conflicto a otros ámbitos, sin atajar el problema en su raíz (probablemente porque hacerlo le granjearía el rechazo de aquellos a quienes ahora se busca complacer).
Las otras "ruedas" (de que no se habla)
Pocos habrán hecho el ejercicio de analizar las listas del Top 50 que nos ofrece semanalmente PROMUSICAE. Si lo hicieran, seguramente se sorprenderían de una circunstancia constante, semana tras semana, que caracteriza a esta lista de éxitos radiofónicos.
Dejemos claro que lo que revela esta lista no son (o al menos no necesariamente) los títulos preferidos por el público, sino los que las emisoras radio emiten con mayor frecuencia, aspirando a que lo sean. Como estamos hablando de Sgae y los derechos generados por un medio, cabe preguntarse cómo se reparten y entre quiénes los derechos generados por las emisiones radiofónicas.
- ¿Podría hablarse de la "rueda de las radios"?
Lo cierto es que si analizamos la lista de la última semana, veremos en la casilla de la derecha que todos los títulos incluidos en el Top 50 pertenecen a las tres grandes multinacionales (Sony, Warner y Universal). Naturalmente todas cuentan con sus propias editoriales.
Cabe , entonces, preguntarse:
¿Quién determina la programación de las radios?
¿Con qué criterio?
¿Existe alguna contraprestación por parte de las discográficas a las emisoras para que emitan preferentemente sus títulos?
¿En algún caso esta contraprestación se ha materializado en la cesión de derechos a editoras radiofónicas?
¿De ser así podríamos hablar de un uso preferencial, o de una "connivencia" para la obtención de un beneficio?
Lo que está claro es que entre tres compañías reciben la mayor parte del dinero que generan los derechos radiofónicos (circunstancia que se hace más sangrante aún por el sistema de reparto por "sondeo", propio de este medio, en el que las listas de éxitos como esta son un baremo determinante). Y que esto ocurre porque acaparan las ondas radiofónicas en virtud de acuerdos comerciales con las emisoras.
"Nihil sub sole novum".
Obviamente los derechos radiofónicos no suponen el volumen de los televisivos, pero, a efectos de reparto y en el ámbito de la gestión colectiva, ¿no es eso una rueda de libro?
Lo sea o no, no he escuchado crítica alguna por parte de las multinacionales (obviamente), ni de la ICMP, la CISAC, o nuestro combativo Ministro Guirao.
Tampoco los medios lo comentan mucho.
Algo más, aunque no mucho, se ha hablado de otro presunto fraude.
- ¿Existe la "rueda de los cines"?
"Pases de películas que ni siquiera se llegaban a exhibir, compra masiva de entradas, y proyecciones de títulos desconocidos que supuestamente llegaban a decenas de pueblos españoles pero que nunca tuvieron lugar. Estas son las principales estrategias que determinados productores y exhibidores desplegaron en el pasado para manipular al alza la cifra de espectadores de sus películas y aparentar que alcanzaban los requisitos que establecía la normativa que daba acceso a subvenciones públicas de hasta 1,5 millones de euros por cinta".
Así definía eldiario.es una supuesta práctica fraudulenta, en esta ocasión en el entorno audiovisual. En todo caso, se cambió el sistema de subvenciones, que ya no se dan de manera automática en función de la recaudación.
Pero lo cierto es que las recaudaciones presuntamente "infladas" habrán tenido una repercusión en el reparto de Sgae, favoreciendo a ciertos autores y perjudicando a otros.
Sin embargo, no hemos oído hablar de corregir esa injusticia, ni de rehacer reparto alguno en ese entorno.
De todo lo expuesto podemos extraer algunas conclusiones:
La realidad nos muestra, en todo caso, que los supuestos de abusos y corruptelas que afectan a los derechos de autor nacen siempre en un entorno ajeno a la Sgae y tras ellos hay siempre intereses económicos empresariales. Sin embargo, siempre es la Sgae la que aparece como un nido de corrupción y una organización incapaz de hacer su trabajo de forma justa y transparente.
Esta visión de la Sgae, y ya de paso de la gestión colectiva, interesa a aquellos que buscan un modelo de gestión más acorde con sus expectativas y defienden un modelo empresarial, especulativo, selectivo y con el ánimo de lucro como motivación esencial. Algo que puede convenir a algunos autores y durante algún tiempo (la vida autoral es inestable y el éxito algo caprichoso y circunstancial), pero que ni conviene al derecho de autor en general, ni al colectivo autoral como conjunto.
Si pretendemos solucionar esta y todas las "ruedas", tenemos que afrontar la cuestión desde la raíz y no solo a través de medidas efectistas dictadas desde una parte del conflicto.
El Ministerio no puede atrincherarse en las versiones interesadas de sus aduladores, omitiendo su deber de informarse rigurosamente de todos los aspectos involucrados en esta cuestión. No puede solo clamar contra la "rueda de las televisiones" (que, insisto, ni defiendo ni justifico, simplemente expongo una realidad y unas circunstancias por muchos ignoradas) y mantenerse ajeno e impasible frente al abusivo monopolio de las multinacionales discográficas en las ondas de radio españolas (producto de acuerdos tan cuestionables, o tan legítimos, según se mire, con las cadenas de radio). Como no puede el legislador exigir a las entidades de gestión una flexibilidad en sus relaciones contractuales con socios y usuarios que pone en peligro la esencia misma de la gestión colectiva, mientras avala (y el verbo no es ocioso, ya que ha tenido la ocasión de corregirlo en la última reforma, y no lo ha hecho) todo lo contrario para las grandes editoriales multinacionales. Estas podrán retirar sus repertorios de las entidades con solo avisarlo en un plazo breve de tiempo, pero los autores que han firmado contratos con ellas no podrán liberarse jamás, ni después de muertos, en virtud de un artículo 71 de la LPI, que consagra este "feudalismo" editorial, con las bendiciones de nuestros legisladores y sin que al Ministro Guirao y asesores les haya quitado mínimamente el sueño.
Para solucionar estas y todas las ruedas solo hace falta rigor, acuerdos, voluntad y criterio. Es necesario conocer el entorno en el que nos movemos y actuar sin peajes ni hipotecas. Pero, desgraciadamente, no vemos mucho interés por arreglar las cosas por parte de casi nadie.
Algunos querrían hacerlo, sin duda, pero no saben, ni pueden.
Otros sabrían, quizás, y podrían, además. Pero no quieren. Prefieren los parches, el cortoplacismo, o un simple lavado de cara para la galería...
José Miguel Fernández Sastrón
(11 de marzo de 2019)
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