Nada se sabe bien sino por medio de la experiencia.
(Sir Francis Bacon)
La constancia es algo importante.
Con tenacidad se llega en ocasiones más lejos que con talentos, y perseguir un sueño es una actitud positiva que no deben aplacar el tiempo ni las vicisitudes de la vida.
Ocurre a veces, sin embargo, que la realidad es también tozuda y no se deja doblegar por mucho empeño que pongamos en ignorarla.
Algo así es lo que está ocurriendo hoy en el ámbito de la gestión colectiva de derechos de autor, un río revuelto en el que algunos pescadores buscan su ganancia, especialmente en el entorno de los usuarios, claro, aunque también en el de los propios titulares.
La situación de Sgae es ciertamente inquietante, de eso no hay duda, tanto en el plano económico/financiero, como en el social e institucional.
Diversos conflictos han creado un ambiente hostil entre distintos colectivos autorales y editoriales, afectando gravemente a la gestión y a la propia credibilidad social de la entidad, amplificados, además, por una descalificación mediática constante que ha convertido las siglas de Sgae en sinónimo de corrupción, escándalos y abusos de toda índole para una gran mayoría de la opinión pública, siempre tan dependiente de la opinión "publicada".
¿Tiene solución Sgae?
Eso es algo que se preguntan muchos socios, que ven como sus liquidaciones caen en picado mientras se suceden episodios de luchas de poder, cambios de sillones y prebendas agradecidas en el Palacio de Longoria, sin que parezcan resolverse ninguno de los problemas que les afectan en la realidad prosaica del día a día.
Algunos de ellos anunciaron ya el pasado año su salida de la entidad, algo que solo se ha hecho efectivo en el caso de autores audiovisuales (que cuentan con una alternativa como DAMA), pero no en el de los autores y editores musicales, con alguna excepción que ha optado por alternativas internacionales, algo que solo es planteable para aquellos cuyos repertorios tengan un recorrido apreciable (en términos económicos) fuera de nuestras fronteras.
En este escenario de incertidumbre, son varios los anuncios sobre alternativas a Sgae que han venido sucediéndose en estos últimos dos años (para músicos y editores, esencialmente, pues en el ámbito audiovisual existe desde hace tiempo y la realidad del Gran Derecho merece de un capítulo aparte).
La permisiva legislación actual, empeñada en hacer de España el país mas "liberalizador" de la U.E en materia de Propiedad Intelectual, cuya directiva hemos asumido, tarde, pero con enorme e hiperbólico entusiasmo, hace muy difícil hoy el modelo de gestión colectiva tal y como lo hemos conocido hasta ahora (y que tanto ha aportado a los autores y al derecho de autor en particular, así como al desarrollo cultural en general).
Como siempre que escuchamos el término "liberalizar", las consecuencias tendrán más que ver con un nuevo modelo "especulativo" que desampare al autor modesto (la gran mayoría, por otra parte), carente de todo componente solidario y toda vocación asistencial, que con esa tan cacareada oportunidad para los autores de liberarse de un monopolio perverso, tan denostado como necesario.
Pero en estos tiempos, el "relato" manda y quienes controlan éste deciden lo que es bueno o malo para todos (que, lógicamente, suele coincidir con lo que les conviene a ellos, o a quienes pagan la fiesta).
Han proliferado los rumores sobre la posible llegada de los nuevos "operadores de gestión independientes" (OGIS), gestoras privadas con ánimo de lucro a las que vinculan a ex-empleados de Sgae y a algunas entidades extranjeras, que no parecen encontrar el estímulo suficiente todavía. No tanto, sin embargo, de entidades de gestión colectiva tradicional, al modo de Sgae, con la excepción que nos ocupa y que sería la opción más avanzada, al menos según sus promotores y algunos medios simpatizantes.
Hablamos de la SEDA, una iniciativa que deriva de la llamada "Coalición Autoral" y liderada por el incombustible Patacho Recio.
No es descabellado, por más que pueda dolernos, pensar en la posibilidad de una entidad de gestión alternativa a Sgae, es cierto, especialmente ante un futuro incierto por parte de esta (con una mochila a sus espaldas difícil de gestionar, una realidad social conflictiva y una estructura poco adaptada a los tiempos venideros).
Permitir, además, que solo exista la opción especulativa de las OGIS sería una mala noticia para los autores españoles que deseen una alternativa. Pero construirla no es una tarea sencilla, ni puede acometerse desde el único activo de una desafección hacia Sgae y cierto resentimiento ante un reiterado fracaso electoral y la falta de apoyo social dentro de la entidad.
Los autores y editores españoles merecen algo más que una mera buena intención, o un proyecto con pies de barro, sin la debida estructura social, financiera y profesional que garanticen su funcionamiento. Y mucho me temo, poco de eso podemos encontrar hoy en la SEDA de Patacho Recio (una persona sin la menor experiencia en la gestión colectiva y casi me atrevería a decir que en la gestión de cualquier tipo), cuya estructura y recursos son, de momento, una incógnita.
Desde luego los primeros movimientos de SEDA y del señor Recio son más bien confusos y poco tranquilizadores para cualquier autor que busque una alternativa a Sgae, y lo digo sin acritud alguna, pues no es para mí, ni creo que para nadie, una buena noticia.
Si ya parecía poco serio el falso anuncio de su aceptación por parte de la CISAC, que no fue sino un irresponsable intento de rentabilizar la expulsión provisional de Sgae frente los atónitos socios de esta, y que tuvo que desmentir la propia organización internacional, ya que no entra en cabeza alguna que pueda integrarse en CISAC una entidad que no existe como tal (para lo que necesita la licencia oportuna por parte de la Administración), tampoco ayuda mucho el artículo que leemos hoy en infolibre.es, que titula "La pandemia retrasa la creación de SEDA, competencia de SGAE, y fuerza a cientos de autores a permanecer en la entidad", en el que publican las últimas declaraciones de Patacho Recio, en las que, en un nuevo intento de justificar la vacuidad de su entelequia, se queja de la tardanza del Ministerio en concederle la licencia operativa como entidad de gestión.
No parece muy profesional que el señor Recio pretenda culpar al Ministerio, o a la Pandemia, de su, de momento, fallido proyecto y llama la atención su prisa cuando habla con aparente inquietud del año 2022 como posible inicio de actividad, desolado por la llegada del 1 de julio de 2020, fecha tope para la solicitud de retirada de autores de Sgae de cara a 2021.
¿De verdad piensa Patacho que puede organizar una entidad de gestión operativa y funcional en un plazo menor partiendo de cero?
Obviamente el deseo pretende imponerse a la realidad y los autores y editores no están para juegos florales y propuestas oníricas. Lo primero que deberá demostrar SEDA es que cumple con los requisitos necesarios para actuar como entidad de gestión, algo que hoy parece muy dudoso.
Concretamente, según el artículo 148 del TRLPI vigente, deberá acreditar:
1.
a) Que los estatutos de la entidad solicitante cumplan los requisitos establecidos en este título. b) Que de los datos aportados y de la información practicada se desprenda que la entidad solicitante reúne las condiciones necesarias para asegurar la eficaz administración de los derechos, cuya gestión le va a ser encomendada, en todo el territorio español. c) Que la autorización favorezca los intereses generales de la protección de la propiedad intelectual.
2. Para valorar la concurrencia de las condiciones establecidas en los letras b) y c) del apartado anterior, se tendrán particularmente en cuenta como criterios de valoración, la capacidad de una gestión viable de los derechos encomendados, la idoneidad de sus estatutos y sus medios materiales para el cumplimiento de sus fines, y la posible efectividad de su gestión en el extranjero, atendiéndose, especialmente, a las razones imperiosas de interés general que constituyen la protección de la propiedad intelectual.
3. La autorización se entenderá concedida, si no se notifica resolución en contrario, en el plazo de tres meses desde la presentación de la solicitud.
Por todo ello, las declaraciones de Patacho parecen más una pataleta que un mensaje institucional solvente y seguramente a los autores y editores no les pase desapercibida su falta de rigor.
Por ejemplo, Patacho Recio, que decía en octubre de 2019 que su nueva entidad “Arrancaría el 1 de enero" (de 2020, se entiende) con cien socios, aunque “hay posibilidades de que se dispare a los trescientos”, ya que "con la salida de socios que está sufriendo la SGAE calcula que se irá el 80 % del repertorio que gestionan", dice ahora que tiene 270 socios esperando junto a la puerta —"estos son los que lo han dicho por escrito", dice Patacho Recio, "otros muchos nos lo han comunicado informalmente".
El problema es que ni los unos ni los otros se lo habrían comunicado a Sgae, requisito indispensable para atravesar esa puerta.
Como "profeta" ha demostrado poco recorrido, desde luego, pero su principal carencia es que no es convincente y causa más confusión que otra cosa entre los autores y editores que, aunque estuvieran pensando en abandonar la Sgae, es evidente que no lo ven muy claro con la propuesta del amigo Patacho y compañía.
Dicen desde SEDA que cumplen con los requisitos exigidos y que, solo el retraso administrativo provocado por el confinamiento ha retrasado su ineludible autorización.
El nuevo plazo para obtener una respuesta ministerial (que, no dudan, será positiva) vence en septiembre, lo que les permitiría operar ya en enero de 2021 (si tuvieran socios a los que representar, claro está).
Sin embargo, este optimismo en cuanto al cumplimiento de tales exigencias choca un poco con las recientes declaraciones de Recio, alineándose con la CNMC, que llegó a recomendar la sustitución del sistema de autorización gubernamental por uno de simple registro, ya que, según esta, la LPI "incorpora una serie de condiciones para operar como entidad de gestión que han contribuido decisivamente a configurar el actual régimen de monopolios y que dificultan la aparición de nuevos operadoresque compitan con las entidades ya autorizadas".
Desde luego, parece que se lo están dificultando a la SEDA de Patacho que, por otra parte, omite el hecho de que, de existir tanto entusiasmo por su causa y previendo una contestación ministerial en septiembre que les permitiría operar ya en enero de 2021, nada impediría a los autores y editores a los que alude el haber solicitado su baja de Sgae el 30 de junio, que no sería efectiva hasta el 31 de diciembre y que podrían retirar siempre antes de esa fecha (algo que ya ocurrió el año pasado). Con ello, y de cumplirse las premisas de Patacho Recio, nada impediría que la nueva SEDA los administrase a partir del 1 de enero de 2021. Lo único, en realidad, que los "fuerza" a permanecer en la entidad es, en todo caso, la ausencia de una alternativa con la credibilidad necesaria, por más que Patacho Recio quiera vender otra cosa y eludir la realidad de su inconsistencia.
Más bien da la impresión de que la opción SEDA no ofrece muchas garantías a los socios de Sgae, incluso a los menos afectos. Ni siquiera a aquellos que le acompañan en su "ensoñación gestora", que prefieren mantener los pies en la realidad terrenal de una entidad centenaria, con todos sus defectos y carencias, pero que les garantiza, al menos de momento, la gestión de sus derechos frente a las vacías "promesas de Glutamato" que representa el señor Manuel Recio, alias Patacho.
Y es que, aunque la mona se vista de SEDA...
José Miguel Fernández Sastrón
(1 de julio de 2020)
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