“Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía.”
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Tiempo habrá para el reproche y la reclamación. Sin duda, razón hay para ello por parte de quien se ha visto privado, no sólo de la dignidad y la presunción de inocencia a la que todos tenemos derecho en una sociedad como la nuestra, sino del reconocimiento a su papel fundamental en la construcción de un modelo de gestión y defensa de los derechos de autor en este país, desmontado hoy a beneficio de quienes ven nuestros derechos como un obstáculo a sus expectativas comerciales.
Lo ocurrido en los últimos once años merece una profunda reflexión, que pasa por un examen riguroso de los antecedentes y el ambiente creado por los responsables de una farsa inmoral y apoyada por unos y por otros, interesadamente en algunos casos, irresponsablemente en otros y estúpidamente en el de aquellos que con ello cavaron su propia fosa como autores y socios de una Sgae debilitada, desangrada y descabezada.
La pregunta es la de siempre:
¿Qui prodest?
O, como dicen en las películas, solo hay que seguir el dinero para saber de dónde vienen los tiros...
Pero, como digo, tiempo habrá para ello.
Hoy es momento de reflexión y de hacerse preguntas que más de uno encontrará incómodas, pero que exigen una respuesta. Y no sólo en el plano teórico, sino en el siempre más temido reino de lo prosaico.
En apenas dos semanas se han dictado dos sentencias que absuelven de todas las acusaciones (que han resultado, a la postre, tan falsas como infundadas) a Eduardo (Teddy) Bautista, dando fin a un calvario de más de una década.
Es decir, que ese señor que ocupó las portadas de los medios y las aperturas de los telediarios, presentado como la imagen viva de la corrupción, la perversión, que fue condenado, por "inducción", por una opinión pública dispuesta al mayor linchamiento social que se ha producido en la Historia reciente de esta España tan dada a ello, y abandonado por aquellos que lo aupaban apenas unas horas antes, era inocente de todo aquello que se le imputaba.
Pero ha tenido que esperar 11 años para que se reconozca su inocencia, durante los cuales ha vivido en una celda de prejuicios, condena social, desprestigio personal y profesional, y desamparo ante la impotencia de ver el sufrimiento de su familia, víctima, como él, de este episodio vergonzante.
Creo, además, que puedo hablar de ello en estos términos y con todo el derecho por haber sido el único, al menos en ese momento, que tuvo alguna clara y notoria discrepancia, pública y privada, con Teddy Bautista durante su última etapa como Presidente del Consejo de Dirección de la Sgae y que no dudé en expresársela personalmente desde mi asiento en la Junta Directiva, ante la mirada desconcertada de mis compañeros de bancada, o los asistentes a las asambleas.
Sin embargo, la soledad que sentí en aquellas ocasiones era mucho menor que la que experimenté cuando, tras su detención y condena mediática, en la nueva junta de 2012, me vi igualmente solo (arropado, eso sí, por mis compañeros de candidatura) en la defensa de su presunción de inocencia, su dignidad y su honorabilidad frente a quienes, entonces, se vieron urgidos a incorporarse a un rebaño manipulado, ansioso por demostrar su vinculación a esa "Nueva Sgae" edificada sobre el linchamiento de su, hasta poco antes, carismático y venerado líder.
Pero eso son "pleitos de familia" que no ocuparán hoy más espacio.
Lo que sí debemos preguntarnos hoy es:
¿Y ahora qué?
Porque no podemos obviar que la absolución de Teddy Bautista y la consiguiente constatación por parte del Tribunal de que no hubo delito alguno en Sgae y que, por lo tanto, no existió esa tan cacareada corrupción que tanto ayudó a los detractores de la gestión colectiva y del derecho de autor en general, pone en tela de juicio todo lo acaecido dentro y fuera de la entidad durante los últimos once años y obliga a plantearse si es posible reclamar los daños causados por una deliberada falacia que tanto nos ha perjudicado.
Veamos algunas cuestiones a considerar:
El Espectáculo
- La detención de Teddy Bautista y su equipo directivo fue presenciada por toda España y parte del extranjero. La Prensa y las cámaras de TV estaban apostadas en el exterior del Palacio de Longoria desde casi dos horas antes de la intervención policial, cuya deliberada "espectacularidad" (con algún agente intentando saltar la valla, ante la estupefacción de un guarda de seguridad que le indicaba que la puerta estaba abierta) daba la impresión de estar ante una operación contra un peligroso "cártel" mafioso y hasta armado, dispuesto a ofrecer resistencia.
Los telediarios abrieron con la noticia, a la que dedicaron amplios espacios, anunciando a bombo y platillo la corrupción de la Sgae y el final de una camarilla mafiosa responsable de desviar cientos de millones de euros.
La Sgae era, ya sin duda, un nido de corrupción para toda la ciudadanía, que asistía, entre perpleja y aleccionada, a un desenlace anunciado por una previa campaña de desprestigio de la entidad como no se recordaba jamás con ninguna otra.
Nada parecido a lo que hoy, once años después, ha ocurrido con la noticia de la absolución por parte del Tribunal, que deja muy claro que "Debemos ABSOLVER Y ABSOLVEMOS LIBREMENTE a D. EDUARDO BAUTISTA GARCÍA, a D. ENRIQUE LORAS GARCÍA, a D. RICARDO AZCOAGA QUINCOCES, a D. JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ NERI, a D. RAFAEL RAMOS DÍAZ, a D. CELEDONIO MARTÍN MATEO, a Da MARÍA ANTONIA GARCÍA POMBO, a Da EVA PILAR GARCÍA POMBO, a Da ELENA VÁZQUEZ SERRANO y a Da LETICIA RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, de los delitos de apropiación indebida, administración desleal, falsedad de documento mercantil y asociación ilícita de los que venían a ser acusados en la presente causa, con declaración de oficio de las costas del procedimiento", añadiendo para aquellos que siempre se agarran a la ambigüedad para instalar algún poso de duda que camufle su monumental "patinazo" que "Procede, por tanto, dictar sentencia absolutoria, pues la falta de prueba sobre la culpabilidad equivale, en realidad, a la prueba de la inocencia".
¿Cuánto tiempo han dedicado los telediarios a esta noticia que echa por tierra todo lo escrito en la última década?
¿Y cuantas portadas ha merecido en los medios escritos?
La respuesta es obvia: muy poco y ninguna. Eso sí, algún artículo ha dejado pinceladas de remordimiento y fragmentos de denuncia ante una injusticia manifiesta que secundaban hasta hace bien poco, pero de la que hoy se desmarcan. Y vendrán más, no lo duden, según se vaya destapando la intriga...
Aquí les dejo algunos enlaces para recordar cómo se trató la noticia en 2011 y verán que no exageramos en lo que a la generosidad temporal se refiere (ni al esmerado detalle en la exposición de las presuntas acusaciones).
Incluso el humor cabía para contribuir al linchamiento programado de la Sgae y sus gestores. Nadie quería quedarse fuera de la fiesta y muchos hacían méritos para formar parte de una nueva era del derecho de autor supuestamente más democrática, más solidaria, más transparente que, en definitiva, resultó más ruinosa para Sgae y sus socios (aunque muy conveniente para los Usuarios y, en general, todos aquellos que, de una u otra forma, participaron en esta farsa que hoy se desenmascara, pero que ya les ha proporcionado todo aquello que perseguían con ella).
Pero, para entender el entusiasmo popular ante la caída de la "Pérfida Sgae" y el odiado Bautista, es necesario recordar el escenario previo a esta gran operación político/económico/mediática que hoy, una década después, se muestra en toda su dimensión como una de las mayores estafas que se ha hecho a colectivo alguno en este país (sólo comparable, quizás, a la que ya se produjo antes en el sector agroalimentario), aunque haya sido con la complicidad ingenua (y en algún caso no tanto) de gran parte del mismo, empezando por una generación de jóvenes autores a los que se ha convencido para deslegitimar el modelo que garantizaba su propia viabilidad, en beneficio de una gestión selectiva y especulativa que los condenará a una situación de dependencia absoluta de los caprichos y estrategias logísticas de las multinacionales y las grandes tecnológicas, a las que se han entregado con enternecedora diligencia, sirviendo de punta de lanza para consolidar su propia servidumbre.
Los Antecedentes
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La chispa saltó cuando la industria tecnológica decidió declarar la guerra a la llamada "Compensación Equitativa por Copia Privada", una partida que los fabricantes y distribuidores de dispositivos capaces de copiar o albergar contenidos sujetos a propiedad intelectual debían pagar en compensación de la excepción que se hacía a la prohibición de toda copia privada que establecía la L.P.I.
No voy a extenderme en este tema, pues es complejo y árido para aquellos poco versados, o no interesados, en la materia. Solo diré que esa figura existía en España desde que la introdujo la LPI de 1987 (y desde los años 60 en Alemania, por ejemplo) sin que hubiese sido cuestionada hasta ese momento.
¿Y por qué esa polémica entonces a partir de 2007?
Podemos afirmar que fue la industria tecnológica moderna la que inició la batalla contra lo que calificó (con la inestimable ayuda de los medios de comunicación) como el CANON DIGITAL, que pasó (pese a no ser su única destinataria) a convertirse en el CANON DE LA SGAE.
Curiosamente, las empresas más hostiles a esta figura, la asumían sin protestar (y en cantidades superiores, además) en otros países de nuestro entorno, haciendo de España una especie de ensayo hacia un mundo más propicio a sus intereses, sin esa rémora que suponía la propiedad intelectual y su gestión colectiva, o, en todo caso, que esta estuviese en manos de aliados confiables (con los que, a menudo, compartían sillones en los consejos de administración y juntas de accionistas).
Y todo ello porque en 2007, ese "CANON" que hasta entonces pagaban sólo las cintas de cassette y que posteriormente se extendió a los CDs y DVDs "se empezó a aplicar a las grabadoras de CDs y DVDs, a los MP3 y MP4 o a los teléfonos móviles y PDAs capaces de almacenar o reproducir música" .
Fue en ese momento cuando empezó el "baile"...
Se daba la paradoja (curiosamente admitida por una opinión pública adiestrada para ello, como veremos a continuación) de que en la tradicional lucha de David contra Goliath, el malvado gigante se identificaba con la voraz Sgae (una entidad que manejaba una facturación de algo menos de 400 millones de € por aquel entonces), mientras que el héroe que debía vencer a semejante coloso, desde la modestia de su debilidad relativa, estaba encarnado por compañías como Telefónica, Vodaphone, o, incluso Apple o Microsoft (cuyas cifras hacen de las de Sgae una modesta regalía en el mundo de las finanzas).
Pero ya lo ven, la voracidad de Sgae estaba a punto de arruinar a semejantes colosos y cercenar el futuro virtual de un universo sin fronteras (más allá de las que estos colosos quieran imponernos).
¡Hasta ahí podíamos llegar!
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Por supuesto, cuando el consumidor final (es decir, cualquiera de nosotros) adquiría un CD, un disco duro, o cualquier otro dispositivo afectado, el comerciante añadía a su factura, de forma detallada y remarcada (por aquello de la transparencia, ya saben), el odiado CANON DE LA SGAE (apenas unos céntimos en el primer caso y unos pocos euros en los más caros, como pueden ver en la tabla adjunta), con esa mirada cómplice que tanto ha ayudado a su causa.
Naturalmente, no especificaba, ni detallaba otros costes de su producto, que aplicaba al precio final, lo que sería una gran muestra de esa transparencia, que permitiría al cliente conocer el margen comercial que se le imponía (y que era, con mucho, muy superior en su estímulo que el reservado a los autores y artistas para compensarles de la privación de un derecho de propiedad).
La Sgae (y la gestión colectiva en general) era el enemigo a batir para una industria tecnológica que había descubierto la atracción que los contenidos ejercían entre el público y cómo estos le ayudarían a fidelizar a millones de personas de cara a un negocio que ha resultado astronómico, superando todas las previsiones.
Eso siempre que el coste de estos tendiera a cero en sus cuentas de resultados (al menos, hasta ser ellos propietarios de los mismos).
No era difícil, además, contar con aliados voluntarios para la estrategia de demolición, pues los había a raudales entre aquellos que estaban sujetos al pago en concepto de derechos de autor por su actividad (léase las TVs, Radios, hostelería y demás negocios involucrados), siendo, naturalmente, los medios de comunicación los más efectivos a la hora de trasladar una imagen de la Sgae y la gestión colectiva a medida de los intereses que, muy pronto, iban a desenmascararse en una lucha sin cuartel.
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A partir de ese momento fueron habituales las noticias y los artículos tendenciosos destinados a crear una imagen deleznable de Sgae, una organización voraz, corrupta, perseguidora de bodas y bautizos, dispuesta a dinamitar la libertad de expresión en ese nuevo mundo virtual y a encarcelar a todo aquel que no aceptase sus leoninas condiciones.
Y no contentos con eso, también se ocuparon de crear la imagen de un Teddy Bautista cuya "lujosa vida de millonario" sembraba (no sabemos si casualmente, pero desde luego sí oportunamente) el terreno para la sospecha que se instalaría poco después en una opinión pública dispuesta a aplaudir la intervención policial de julio de 2011 y la detención del malvado y sus secuaces.
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Pero no contentos con eso, vimos como las páginas se llenaban también de expresiones humorísticas contra la Sgae, en forma de "lluvia fina" que se apoderaba del pensamiento social, ayudando a la consolidación de un linchamiento programado. Una campaña, en definitiva, para todos los públicos...
Ese era, por lo tanto, el ambiente que, entre 2007 y 2010 muy especialmente, precedió a la intervención de la SGAE y su lapidación pública.
Naturalmente, la política no podía quedarse al margen de esta circunstancia y, por supuesto, era necesario tomar decisiones que acercaran a nuestros representantes a ese cada vez más arraigado sentir popular.
¿Y qué hizo la "POLÍTICA?
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Hay que decir, en aras de la justicia, que en un primer momento, (en 2007, como hemos visto) el Gobierno presidido por José Luis Rodriguez Zapatero resistió dignamente la primera embestida, llevando al Congreso de los Diputados y consiguiendo la aprobación de una reforma que consolidaba y actualizaba la Compensación Equitativa por Copia Privada (el denostado CANON DE LA SGAE para el gran público).
Fue muy atacado desde la oposición, que vio en ello una oportunidad, y dio lugar a esa coletilla de "los de la ceja" para referirse al sector cultural (muy especialmente al cine y la música, acusados de beneficiarse de ese canon abusivo e ilegítimo a cambio del apoyo a su mentor).
La campaña, entonces, se centró en la presunta "ilegalidad" del "CANON DIGITAL", asociándolo (en deliberada perversión de su naturaleza) a una "presunción de culpabilidad" que lo convertía ante el imaginario popular en una "sanción previa a la comisión de un delito", ligándolo a la llamada "piratería" (otro término muy oportuno y meditado que "blanqueaba", e incluso daba un toque épico, a la pura y simple apropiación de un bien ajeno).
El problema es que ese concepto trascendió del "imaginario popular" a otras instancias de las que esperaríamos mayor rigor (y que hicieron el ridículo de forma insólita, ganándose posteriormente un tirón de orejas por parte del TSJUE).
Aparte de esta batalla legal, o complementariamente deberíamos decir, continuó la presión mediática (ya saben, eso de los CDs para copiar documentos privados, las fotos de los niños y demás argumentos para deslegitimar la cuestión e introducir la idea de la "injusticia" de pagar incluso cuando no se hará copia alguna con el CD o el dispositivo adquirido).
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En todo caso, la política sucumbió ante la presión cada vez más intensa (a cuyo bando se unieron, ya con el mayor descaro, todos aquellos que soñaban con ahorrarse el pago de los derechos de autor) y el día 1 de julio de 2011 se inició públicamente (pues se cocía ya tiempo atrás) lo que llamaron OPERACIÓN SAGA, una injustificada demolición de la Sgae y del modelo de gestión colectiva que cambió el rumbo de la Historia, camino de vuelta al siglo XIX, en lo que a los derechos de autor y su gestión se refiere.
Fue el gobierno de Zapatero, y más concretamente su Ministro del Interior, Alfredo Perez Rubalcaba, quien ordenó la "aparatosa" entrada en el Palacio de Longoria por parte de la Guardia Civil, a instancias del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional.
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A partir de ese momento ya estaba decidido quienes eran los "buenos" y quienes los "malos" y la política no es nunca inmune a los vientos imperantes...
Los políticos ya tenían claro dónde había que estar y a los manifiestos de PSOE y PP se unieron los demás, que tampoco querían perder el tren de la "opinión publicada".
El Partido Popular llegó al poder en diciembre de 2011 y una de las primeras medidas que tomó fue la derogación del CANON (de hecho lo hizo en el primer Consejo de Ministros, fíjense si tenían prisa), liberando de su pago a la industria tecnológica y pasando la remuneración de la copia privada a cargo de los Presupuestos Generales del Estado.
Ello conllevó varias consecuencias:
- Los más de 100 millones anuales que suponía el canon (para todas las entidades, no sólo para Sgae) se quedaron en apenas cuatro millones (con la rebaja decidida por el PP).
- Eso sí, ahora los ciudadanos pagarían el canon, no ya aunque los CDs estuviesen llenos de fotos de sus niños, sino aunque no comprasen jamás dispositivo alguno, ya que lo harían con cargo a sus impuestos. Sin embargo esto no provocó artículos lacrimógenos ni airadas protestas por parte de los medios.
-Tampoco los provocó el hecho de que los precios de los productos liberados se mantuviesen, pese a no tener que pagar el canon. Únicamente dejó de detallarse y la consecuencia se limitó a incluir en la factura un precio total que se mantenía invariable. Es decir, habían recibido el generoso regalo de más de 100 millones anuales con cargo al ingenuo consumidor (conducido a una satisfacción ficticia, pero que seguía pagando lo mismo).
¿Casualidad?
Permítanse dudarlo...
LA REFUNDACIÓN
El caso es que ya era evidente para todos que los detractores de la Sgae tenían razón.
¿Cómo íbamos a pagar a esa "cueva de ladrones"?
Los autores, pobrecitos, eran también víctimas de esa "mafia del canon" (y muchos así lo asumieron).
Era imprescindible reformar la gestión de derechos de autor y liberar a creadores y consumidores de un yugo secular que, gracias a la "providencia", tenía los días contados.
Llegaba la hora de la REFUNDACIÓN DE SGAE.
Y se pusieron manos a la obra con gran diligencia, dentro y fuera de la entidad.
Dentro, ya con Bautista fuera de juego, colaborando con entusiasmo con el FISCAL, asumiendo una culpabilidad atormentada con denodada aflicción y gastando el dinero de los socios en INFORMES INCULPATORIOS con un tufillo a "de parte" que insultaba la inteligencia de los iniciados, pero satisfacía los apetitos penitentes de la mayoría.
70.000€ costó el informe del señor López Vilas (leerlo hoy sería un ejercicio saludable, aunque incómodo, para más de uno) que nos ilustraba sobre los males de esa Sgae nuestra.
Y más de un millón el encargado a Ernst & Young que proporcionaba oportunamente argumentos a favor de las tesis de la fiscalía y las acusaciones particulares que las estimularon.
No se aportó, sin embargo, un informe independiente anterior de ACCENTURE, que valoró los sistemas informáticos de SGAE, SIAE y SACEM, por encargo de ARMONIA, la asociación internacional que agrupaba a estas entidades de España, Italia y Francia, dando al de Sgae la mayor puntuación, tanto en su relación CALIDAD/COSTE, como en su puesta a punto y disponibilidad (es decir, todo lo contrario a lo que sostenía la acusación).
Dicho informe desapareció misteriosamente y no vio la luz hasta años después, poniendo en cuestión algunas de las "verdades diseñadas" por los "refundadores" y, de paso, los argumentos de la acusación que, pese a ello, mantuvo su criterio original hasta el final.
En todo caso, la REFUNDACIÓN se llevó a cabo y sus consecuencias son hoy por todos conocidas, pese a que muchos insistiesen hasta el final en "sostenella y no enmendalla".
A ella colaboró, no solo el espíritu inquebrantable de los nuevos (y algunos no tanto) gestores de la sociedad, sino también el decidido compromiso del Órgano Tutelar (léase Ministerio de Cultura y sus funcionarios), cuyos requerimientos, basados en una casuística que hoy se ha demostrado falaz e infundada, han obligado a la Sgae a tomar decisiones que han causado graves perjuicios patrimoniales a la entidad y a sus socios.
A ello hay que unir la abnegada labor del LEGISLADOR, cuya obsesión por regenerar las carencias y la corrupción demostradas (?) por parte de la gestión colectiva en general y la Sgae en particular, se ha esmerado en demoler el modelo originario (con más de cien años de Historia y de éxito en la defensa del derecho de autor) para sustituirlo por un modelo de "gestión selectiva", especulativa y que nos devuelve al siglo XIX, poniendo a los creadores de nuevo en manos de las multinacionales y los intereses de los usuarios, debilitando la negociación colectiva que fue una conquista que hoy descalifican como "monopolio", permitiendo, precisamente, con la demolición de Sgae, la implantación de un sistema monopolístico y colonial en el ámbito cultural, que favorece, justamente, aquello contra lo que decían actuar.
EL DESENLACE
Lo cierto es que, tras toda esta frenética actividad refundadora por parte de unos y otros, tenemos datos muy concretos para analizar lo sucedido como consecuencia de ello.
Veamos un pequeño listado preliminar (sin entrar en un detalle que, no me cabe duda, habrá que afrontar más pronto que tarde).
1- Teddy Bautista fue cesado a causa de las acusaciones que hoy se han demostrado infundadas, sin derecho a indemnización alguna. La justificación de su cese es hoy absolutamente improcedente.
2- La Sgae de 2011 recaudaba casi 400 millones de €, pasando en un año a caer para superar por poco los 200 millones, todo ello a raíz, no solo del cambio de gestión (que puso lo suyo para la debacle, sin duda), sino a las medidas impuestas en materia de copia privada y tarifaria por parte de los poderes públicos, todo ello en base a la necesaria regeneración de un sistema corrupto y abusivo que había sido puesto de manifiesto.
3-El patrimonio inmobiliario de la Sgae (bajo sospecha a causa del proceso judicial) fue malvendido a requerimiento del Ministerio de Cultura, que exigió una inmediata desinversión, pese a la realidad de un mercado en horas bajas a causa de la profunda crisis económica que se vivía en esos momentos (en la que la inmobiliaria resulto especialmente dañada).
4-Independientemente de la necesaria transposición de la Directiva Europea en materia de propiedad intelectual, lo cierto es que, a diferencia de otros estados miembros, que han intentado proteger a sus entidades y su identidad cultural, el legislador español ha sido especialmente riguroso con las entidades de gestión colectiva, condicionado en gran parte por el espíritu imperante anti Sgae y el prejuicio asumido de una trayectoria corrupta que exigía un mayor control y limitaciones a la gestión de los derechos de autor. Pero lo cierto es que estas medidas se han traducido en pérdidas millonarias para los autores, contrariamente a lo que ha supuesto para los usuarios, que se han visto beneficiados en la misma proporción.
Se ha legislado desde el prejuicio y la animadversión causada por una denuncia que hoy se ha demostrado falsa e infundada, pero los perjuicios que ello ha causado a la entidad y sus socios son reales y manifiestos.
¿Alguien va asumir la responsabilidad oportuna por ello?
Podrían escribirse páginas y páginas sobre estas cuestiones, y estoy seguro de que saldrán a la luz cosas que los más ingenuos no sospecharon, pero que otros vieron con claridad meridiana.
En todo caso, la realidad se ha impuesto a la farsa, aunque el cadáver de esa Sgae respetada, solvente y eficiente, que estaba entre las mejor valoradas del mundo y que ejercía un liderazgo indiscutible en el escenario iberoamericano (fundamental para nuestro sector cultural) yace hoy bajo tierra, enterrada por sus enemigos, con la complicidad de sus guardianes y abandonada por sus propios hijos.
La "exhumación judicial" (independientemente de su relevancia indiscutible, a nivel personal, para los encausados) tiene más de simbólica que de efectiva, mucho me temo, porque llega demasiado tarde, cuando los buitres ya han hecho su trabajo y los cuervos se han apoderado de todo aquello que de valor podía conservarse, ante el desconcierto de los actuales responsables, que expresan un alborozo fingido incapaz de eclipsar su verdadero temor a lo que la luz del día desvele a su entrada a esa cámara mortuoria que es hoy Longoria.
La Sgae, a la postre "incorrupta", que el Tribunal nos muestra hoy, ha sido devorada por los gusanos y poco queda de ella.
Por eso es difícil hablar de Justicia, pues, como dijo Séneca, "Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía.”
O, tal vez, lo que ocurre es que la Justicia está aún por hacerse...
José Miguel Fernández Sastrón
(20 de marzo de 2021)
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