"Podemos evadir la realidad, pero no podemos evadir las consecuencias de evadir la realidad".
(Ayn Rand).
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Es evidente que la Comisión Electoral de Sgae debe estar deseando que acabe este proceso para poder marcharse a su casa y dejar una responsabilidad que, a las pruebas me remito, parece quedarle grande.
Me recuerda a esas personas que, en una encuesta, rellenan la casilla de "NO SABE/NO CONTESTA", evadiendo así la responsabilidad de pronunciarse sobre alguna cuestión espinosa.
El problema es que, en este caso, no estamos ante una encuesta, sino ante varias denuncias dirigidas a una comisión que se limitó a dar una respuesta general, ambigua y muy poco rigurosa (demostrando un grave desconocimiento de los estatutos de Sgae, en los que debería basar su criterio), como quien se quita una responsabilidad de encima, limitándose a cubrir el expediente.
En el caso de nuestra Comisión Electoral, está claro que no contesta. Al menos, a mi no me ha contestado y no me consta que lo haya hecho a alguno de los denunciantes que se han dirigido a ella durante este proceso que se acerca ya a su colofón.
Sin embargo, lo que no puede decirse es que no sabe, porque nuestra comisión sí sabe, sí. Sabe lo bastante como para haber esperado alguna medida por su parte de cara a garantizar la legalidad en estos comicios, ante la evidencia de irregularidades que ha conocido y sobre las que se ha mostrado tan tibia como cauta, a la hora de asumir su responsabilidad frente a los hechos denunciados.
¿Y qué es lo que sabe la Comisión Electoral?
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- Pues sabe, por ejemplo, que alguien escribió un correo en nombre del candidato Miguel Angel Chastang, utilizando su nombre de forma ilegítima para promocionar una "lista conjunta". Y digo que lo sabe porque el propio Chastang, según tengo entendido, así lo ha asegurado, denunciando esta suplantación de identidad ante la propia comisión.
- Sabe también, pues así consta en el mail denunciado, que el remitente de dicho correo es un tal Andrés Céspedes, cuya dirección también consta, sin que haya procedido (o, al menos nada invita a pensarlo) a investigación alguna sobre el particular.
- Sabe, como ya comentamos en la anterior entrada, que los estatutos de Sgae prohiben la contratación de terceros por parte de los candidatos de cara a las gestiones de campaña, pero no ha tomado medida alguna contra aquellos que parecen haberlo hecho (lo que la propia comisión asume con insólita naturalidad).
¿Han investigado quién es Asesor JJ, que dice, en un correo enviado a socios:
"Estoy ayudando a Juanjo Solana a recabar votos para su candidatura a la Junta Directiva de la SGAE?
Nada hace pensar que lo hayan hecho, pues de lo contrario sería difícil justificar su falta de acción ante una evidente irregularidad por parte de dicho candidato.
- Sabe que las "listas conjuntas" enviadas en los correos de Solana y de Chastang tenían una autora común (lo que evidencia un origen igualmente común) y conocen su nombre: Mónica Morales de Setién, una profesional de la Comunicación.
Y hoy saben también que esta persona ha sido colaboradora habitual del actual director de RRII de Sgae, Iván García Pelayo, y no solo a título particular, ya que sabe, además, que esta persona fue contratada en Sgae, por el propio García Pelayo, entonces director del gabinete de presidencia, hasta que éste fue cesado por Pilar Jurado y ella fue despedida.
Es decir, hablamos de una ex-empleada de Sgae, estrechamente relacionada con un actual empleado de Sgae (al señor García Pelayo lo "rescató" el Presidente Onetti y es hoy, como ya hemos dicho, director de RRII y creo que también de Comunicación). La colaboración demostrada de esta persona en la campaña de un candidato y su vinculación con García Pelayo merecerían la atención de cualquier comisión electoral que se precie, excepto, parece ser, de la que vigila el proceso electoral de la Sgae a día de hoy.
¡Que el señor García Pelayo continúe todavía en su puesto, con acceso a la información y mecanismos de la administración, visto lo visto, es algo inaudito!
En definitiva, la Comisión Electoral no contesta, pero saber, sabe muchísimas cosas. Y todas ellas constituyen claros indicios de irregularidades, sobre los que se ha paseado como cuerpo celestial ingrávido, temerosa de levantar el prosaico polvo de la sospecha y asumir la pesada carga del justiciero.
Ya lo saben, señores, aquí todo vale.
Hay unas normas, sí, y hay un órgano encargado de velar por su cumplimiento, cómo no.
Pero parece que están a otra cosa...
José Miguel Fernández Sastrón
(20 de octubre de 2020)
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