Gallinita, gallinita ¿qué se te ha perdido en el pajar? Una aguja y un dedal... Da tres vueltas y la encontrarás.
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De despropósito en exabrupto se desarrolla el día a día de una Sgae que no acaba de encontrar el camino hacia la normalidad, principalmente porque nadie quiere que lo encuentre, seguramente. Prueba de ello es que cada paso en esa dirección se topa con la oposición de unos y otros dentro y fuera del Palacio de Longoria. Desde fuera, a los ataques provenientes de los intereses externos de siempre (metódicamente coordinados), se une la patología crónica del desconocimiento político, que se esmera en demostraciones y alardes de dicha disfunción hasta los límites del ridículo más delirante. Desde dentro, la obsesión parece centrarse en mostrar que la unidad solo es posible en sentido opuesto a la dirección marcada, sea esta cual sea, y siempre que se trate de estar contra algo o alguien, pero difícilmente a favor, ni siquiera de sí mismos.
Parece que ayer se vivió en la entidad una nueva escena de este "entremés" iniciado el pasado 26 de octubre y estrenado el 12 de noviembre, que bien podría titularse como el juego infantil al que hacemos referencia al comienzo de este artículo. Ahora veremos por qué...
Hablaba en mi anterior artículo del riesgo y la responsabilidad que conllevaban para la actual Junta Directiva, y especialmente para su presidente, la dilación de la obligada elaboración por parte de la Comisión Deontológica de un informe sobre los posibles conflictos de interés en que pudieran incurrir sus miembros, en cumplimiento con la legislación vigente, algo que no se ha producido hasta la fecha. Y no solo no ha ocurrido, sino que no parece que hubiese prisa alguna por que ocurriese, lo que resulta indefendible.
El caso es que el tiempo pasaba y no se cumplía esta premisa obligatoria, hasta que, según nos comentan, el señor Guervós, subdirector general de políticas culturales (esta vez el ministro no se moja y la directora general sigue "inhibida"), requiere, en nombre del Ministerio, a la Junta Directiva de Sgae sobre este particular y sobre otras cuestiones. Eso sí, pese a ser la Junta Directiva, como decimos, la destinataria del requerimiento, la mayoría de sus miembros no fueron informados, ni lo recibieron, hasta bien entrada la mañana del día siguiente.
Podría dicho requerimiento haberse quedado en las cuestiones estrictamente legales y técnicas, con lo que tenía bastante munición, pero, fiel a su tradición, Guervós no puede evitar meterse en algún charco, en la esperanza, tal vez, de retomar posiciones ahora que el "enemigo" parece adormilado y entretenido en su juego de la gallina ciega.
De hecho, su requerimiento empieza deslegitimando parcialmente el proceso electoral que, según él, no respetó de forma íntegra los derechos de los socios recogidos en el TRLPI. Se refiere, presumiblemente, a una supuesta obligación de implantación del voto electrónico que el TRLPI no exigía en absoluto (por omisión expresa, además, del gobierno que lo redacto y al que él ya asesoraba), lo que se le comunicó en su día. Su fijación en esta cuestión, ante la presión de las multinacionales, llegó a involucrar al propio ministro, originando un recurso contencioso administrativo que fue admitido por el juzgado y está en espera de resolución.
Pero lo más extravagante del caso es que el señor Guervós se dirige a una Junta Directiva a la que él mismo declara parcialmente ilegítima, en un retruécano de difícil digestión que demuestra que la Administración también juega a la gallina ciega.
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Estamos, en todo caso, ante un nuevo intento del subdirector de políticas culturales (el cargo y la persona son difíciles de conjugar, si nos atenemos a su trayectoria, pero es lo que hay) de imponer su discurso habitual, camuflado, eso sí, entre la realidad de una negligencia sin precedentes por parte de la entidad, e invitado por el despliegue de despropósitos que el audaz, a la par que prudente, presidente Hevia ha desplegado en apenas un mes de mandato. Audaz porque no ha dudado en lanzar a su Junta Directiva al vacío de decisiones desafortunadas y hasta arriesgadas, pero prudente ya que se ha preocupado muy mucho de cubrirse él personalmente bajo el paraguas de la abstención en la votación de aquellas.
¡El muerto al hoyo y el vivo al bollo!
Y está claro quién pretende ser el vivo...
Pero sigamos con Guervós y su requerimiento.
Parece ser que, al margen de la literatura acostumbrada, se centra en cuatro puntos muy concretos, para cuya respuesta da cinco días a los alarmados junteros, nóveles en estas lides los más.
- En primer lugar exigiría la confirmación de que ningún miembro de la actual junta está incurso en causa de conflicto de interés, lo que deberá acreditar la comisión deontológica. Dado que esta no se ha pronunciado, parece difícil de cumplir esta exigencia ministerial. Ni siquiera el celo del secretario general, si es que por fin se pone a ello, lo que debió hacer hace semanas y no será porque los Servicios Jurídicos no se lo advirtiesen en su día, parece suficiente para lograrlo.
- En segundo lugar se interesaría por los miembros de la actual junta que hubiesen participado en las decisiones que afectan al reglamento del reparto y concretamente a la votación que sobre el punto 6 se hizo en la reunión del pasado 29 de noviembre. Y es aquí donde destaca la prudencia presidencial que, desde su responsabilidad como impulsor del orden del día, conociendo probablemente lo inapropiado de una decisión contraria a la legislación vigente, se apresuró a abstenerse en la misma, según nos comentan desde la indignación algunos.
El caso es que el Ministerio parece querer saber quienes son responsables de esa decisión y seguramente, como se deduce del propio requerimiento, si, además, alguno de ellos pudiera haber participado de forma ilegítima, como veremos más adelante, llegando a señalar incluso un par de nombres (aunque uno de ellos se pusiera la venda antes de la herida, como hemos visto).
- El tercer punto se centraría en las medidas para asegurar una gestión de la entidad libre de la influencia de los usuarios de su repertorio y para evitar una injusta utilización preferencial de sus obras. Y aquí es donde Guervós empieza a enseñar la patita, ya que en los muchos años que lleva en el cargo, nunca hasta hoy se había preocupado por esta cuestión. Fiel seguidor de la doctrina multinacional ICMP/CISAC, emplea hoy contra el usuario televisivo la energía que jamás desplegó ante las influencias de otros usuarios en el entorno discográfico o la radio fórmula (que movía mucho más dinero del que hoy mueve el entorno de las editoras de las cadenas de televisión, dicho sea de paso, y que constituía una barrera infranqueable para el autor común que no pasara por el aro de las majors y de aquella).
- Y precisamente la CISAC, esa entelequia convertida en agencia de cobro internacional de los repertorios multinacionales, disfrazada de ONG autoral, protagoniza la cuarta exigencia de Guervós. Concretamente, se interesa por la posición de la Junta Directiva de Sgae frente al proceso sancionador abierto por ella (que el subdirector conoce bien, puesto que se ha adherido con entusiasmo a todos y cada uno de sus argumentos y demandas en los últimos tiempos, así como a los de la ICMP, que viene a ser lo mismo).
¡Como si la actual junta pudiera tener posición alguna acerca de esta o cualquier otra cuestión!
Para ello necesitaría de mucha más información de la que se le proporciona.
La única posición que existe la marca el presidente Hevia (o se la marcan, tal vez, eso está por ver), que ha venido, como se empeña en demostrar, a hablar de "su libro" y a ninguna otra cosa.
Solo tenemos que ver uno de sus primeros comunicados oficiales, tras el anuncio de un acuerdo parlamentario para la limitación de los beneficios de la música nocturna en las televisiones. Ante el estupor general, Hevia extraía una única conclusión relevante: "Se reconoce así que dicha práctica es legal. Resulta inadmisible, por tanto, la calificación de fraude que en ocasiones se ha vertido de manera interesada sobre una parte del colectivo autoral español", decía en un lamentable comunicado en el que dejaba claras sus prioridades.
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A partir de ahí, las comunicaciones de Sgae han sido fieles a esa linea editorial, siendo especialmente memorables el video publicado en Facebook (y retirado casi inmediatamente ante la carcajada general) y la web http://asambleasgae.com,
con un mensaje entre mesiánico-alarmista y "tardo-naif" con el que se pretende conseguir una mayoría suficiente que garantice, si no el cambio estatutario, sí al menos el reparto realizado en diciembre de forma presuntamente ilegal, al menos sobre el papel, y que requiere para su validez oficial (que no oficiosa, pues es un hecho consumado) de la ratificación de la Asamblea. Un capítulo, éste, determinante en el libro de "Hevia" que lo que pretende no es tanto legitimar futuros repartos como colar con esta argucia el realizado el pasado día 10 (que no recoge las modificaciones que "vende" a los socios en la web como "ineludibles", aunque de momento las han eludido, contraviniendo el mandato legal, algo que, además, ha endosado a sus "escoltas" de la Junta Directiva, absteniéndose él en la votación, como ya hemos comentado. Todo un despliegue de valor, arrojo y liderazgo, por otra parte.
Tampoco explica que ocurriría con un reparto ya efectuado y abonado a los socios en el caso de no ser ratificado por la Asamblea el próximo día 27 (¿o es que se pretende asociar esta ratificación al resto de cuestiones que sí supondrían un problema institucional?)
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Y según me comentan, además, este esforzado anuncio aparece generosamente en los medios, supongo que previo pago de la tarifa publicitaria oportuna, a cargo de todos los socios, incluidos aquellos que no compran el "libro" de Hevia.
Lo triste es que toda esta energía desplegada para defender su asamblea es casi la misma que el propio Hevia y su entorno desplegaron para todo lo contrario en el pasado mes de junio, y ahora se encuentra con las consecuencias.
Entonces también era muy necesaria, ante la presión del Ministerio, la aprobación de los estatutos y la de las cuentas de 2017 (que eran, además, las primeras en años en romper la racha del deficit iniciada en 2012).
Pero la prioridad, entonces, era otra y el señor Hevia ya tenía escrito "su libro".
Hoy lo va a tener complicado, presionado por el ministerio, los medios, la CISAC y las multinacionales, y, además, ante la mirada cada vez más escéptica de los socios. Y defenderse de todo ello requiere de más de un libro, un mínimo de coraje y, desde luego, un plan más elaborado que jugar a la gallina ciega.
Los socios merecen, esperan, y van a necesitar más que eso.
Porque los que no están ciegos son los lobos y esos van a darse un buen festín de plumas antes de que acabe el año.
O muy poco después.
José Miguel Fdez. Sastrón
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