“No nos engañemos el poder no tolera más que las informaciones que le son útiles. Niega el derecho de información a los periódicos que revelan las miserias y las rebeliones”
(Simone de Beauvoir)
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Si fuera 28 de diciembre, pensaría que se trata de una broma. Pero no lo es, por lo que entiendo que no estamos ante una humorada, sino ante una manifestación más de la metodología de esta Sgae de los señores Restrepo y Onetti para intentar acallar aquellas voces que son críticas con su gestión y que exponen sus carencias y su aparente arbitrariedad en la administración de los derechos de los socios de la entidad.
Lo de tirar la piedra y esconder la mano empieza a ser una costumbre por parte del Director General, que se escuda siempre en el Consejo de Dirección, a cuyos miembros hace cómplices de sus rabietas, delegando en ellos la responsabilidad de sus dislates. Fue, de hecho, el Consejo el que decidió, en la práctica, el despido del Director Financiero, señor Soria, cuya "falta" fue informar a sus miembros y a la Junta Directiva de las presuntas irregularidades que había detectado en el reparto, así como de la precaria situación de la caja, producto de una paupérrima recaudación. El despido tuvo carácter disciplinario, algo insólito y muy revelador de lo que conlleva el informar a los dueños de la sociedad sobre las realidades que algunos parecen querer mantener fuera del debate social.
En el caso del ya ex-Secretario General, señor Ezpondaburu, dado que se trataba de un cargo de confianza de la Junta Directiva, tuvo que ser ésta la que asumiera la desconfianza del Presidente y el Director General y votara en contra de su continuidad en la Moción de Confianza a la que fue sometido. También en esta ocasión el detonante aparente fue la denuncia por parte del cesado de presuntas graves irregularidades en el ámbito de las votaciones asamblearias (que podría, según su informe, extenderse a las últimas convocatorias, incluidas las elecciones de octubre de 2020, en las que resultó elegida la actual junta).
El asunto está ya en el juzgado, por lo que, antes o después, sabremos cómo acaba el lamentable episodio.
Ahora, parece ser que a los señores Onetti y Restrepo les ha molestado este blog. Por lo que me cuentan, el señor Restrepo se ha sentido ofendido por mi último artículo publicado (https://www.asesorautor.com/post/dónde-está-el-dinero), que considera que atenta a su "honor". Por lo visto, que un socio pregunte al director general de su entidad dónde está el dinero, a la vista de las exiguas liquidaciones de los socios en general (en contraste con los triunfalistas anuncios de titánicos logros recaudatorios) y las numerosas quejas de estos, afecta enormemente a su delicada epidermis y le produce un desasosiego propio de quien no parece considerarse obligado a dar explicaciones sobre su gestión a los dueños de Sgae, que pagan su generoso salario.
También se sintió ofendido, dicen, por la reproducción en el mencionado artículo de un texto pretérito publicado en la web, que mostraba una nada edificante opinión de un sector autoral de su Colombia natal sobre SAYCO, la entidad de gestión colombiana, que fue intervenida y que el actual director general de Sgae encabezaba como gerente en esos momentos. Lamentablemente, debo decirle que poco tengo que ver con el mensaje en cuestión y sólo puedo remitirle a los autores de blogvallenato.com, si quisiera pedir explicaciones sobre el artículo publicado en el mismo el 12 de agosto de 2012 y que decía textualmente: "Cabe destacar que los empleados en cabeza de Adrian Restrepo nos han echado tres veces la policía sin resultados. Ellos, los de la policía han terminado dándonos la razón: nosotros somos los dueños y ellos los empleados. Adran Restrepo, líder de la corrupción imperante en Sayco cree que son las épocas de Jairo Ruge, en que el maltrato a compositores y autores era la constante" .
Yo, simplemente, me hice eco de una información, bastante desasosegadora, eso sí, compartiéndola con mis lectores, por lo que soy un mero mensajero ajeno al quebranto que pueda suponer la opinión de los socios colombianos de SAYCO en el honor del señor Restrepo, que no es, por otra parte, asunto que me ocupe particularmente.
Lo mismo ocurre, me temo, con el otro texto que parece haberle causado análoga inquietud reputacional, publicado el 20 de enero de 2012 y firmado por la redacción de "eltiempo.com", al que también hice referencia en mi blog y que, obviamente, tampoco es de mi autoría, ni expresa necesariamente una opinión personal, más allá de hacerme eco de lo que parece ser la visión de un sector autoral colombiano sobre su experiencia respecto de la gestión del señor Restrepo y plantearme algunas dudas a la luz de dicha información.
También en este caso le conmino a dirigirse a los autores del texto en cuestión, si se considerase acreedor de alguna satisfacción.
El caso es que el señor Onetti, conmovido tal vez por el penar del director general, decidió tomar cartas en el asunto.
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En mi caso no cabía el despido disciplinario, o la moción de censura, claro, dado que no soy empleado de la casa ni ocupo cargo alguno en su seno.
La fórmula elegida para castigar mi falta de empatía fue la propuesta de incoación de un expediente disciplinario, que llevó al siempre receptivo Consejo de Dirección, cuyos miembros (en una arrolladora mayoría, salvo las habituales y honrosas excepciones) autorizaron sin el menor pudor. Los señores consejeros, con el presidente Onetti a la cabeza, no parecen coincidir con Noam Chomsky en aquello de que "Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgustan". En su caso, parecen más bien decididos a cortar la crítica por lo sano, ya sea despidiendo disciplinariamente a directores financieros que tengan la desfachatez de opinar sobre lo que no resulta cómodo para sus oídos, cesando a secretarios generales que tengan la osadía de denunciar falsificaciones de voto, o, ahora, intentando expedientar a un molesto socio que se permite opinar en un blog sobre los profundos laberintos de una gestión errática.
Como ya he dicho, no estamos a 28 de diciembre, sino a 29 de abril, por lo que la cosa no es una broma, sino una meditada y firme decisión de nuestros doctos consejeros, con el ínclito Onetti a la cabeza, que, turbados tal vez por las lágrimas de su director general, han desoído al sentido común y perdido contacto con la realidad; con la realidad jurídica, al menos, de derechos reconocidos como son la libertad de expresión, de opinión, o de información, sin que parezca que desde la asesoría jurídica se haya arrojado mucha luz en este sentido (tal vez porque la desatada sensibilidad del señor Restrepo sea contagiosa).
El caso es que me veo abocado a la emoción de la incertidumbre sobre si mis opiniones y críticas serán consideradas como faltas leves, graves, ¡o, incluso, muy graves!
El artículo 30 de nuestros estatutos se me hace una losa aterradora, inspirándome el pavor de pensar si me atribuirán un "trato incorrecto al personal, a los órganos de la SGAE o a cualquiera de los miembros de la SGAE", o considerarán que he incurrido en alguna "falta del debido respeto y consideración a la Sociedad", o en una flagrante "descalificación realizada contra los órganos directivos, personal de la SGAE o la propia Sociedad menoscabando su consideración y su prestigio" (ingenuo de mí, yo creía que lo que podría causar tal menoscabo era el ver cómo subían el descuento a unas liquidaciones menguantes, o la noticia de una investigación policial sobre un presunto fraude de votos asamblearios, sin sospechar que era mi ácida prosa la mayor causante del mismo). Me cuesta pensar, aun conociendo a mis clásicos, que pretendan acusarme de "amenazas o coacciones realizadas contra la Sociedad o el personal de la SGAE", o hasta de "agresión o maltrato físico al personal o miembros de la SGAE", pero, visto lo visto, no me atrevo a descartar nada. Menos extraño sería, si consideramos las lagunas jurídicas propias de esta etapa, que me intentaran despachar con lo de "las injurias vertidas contra la SGAE, su personal, sus miembros, su directiva o contra sus actividades o fines, realizadas con o sin publicidad". Después de todo, pensarán, si la cosa llegase a los juzgados y saliese mal, pagarán los socios (como están pagando el aluvión de sentencias contrarias que vienen coleccionando últimamente).
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No puedo evitar que me venga a la memoria aquello de La Codorniz, "la revista más audaz para el lector más inteligente", que entre los años 1941 y 1978 se publicó en España. En tiempos de férrea censura franquista, en los que la discrepancia era considerada como alta traición, la revista se las apañaba para ir soltando lo que buenamente le parecía, aunque de vez en cuando pagara su osadía con el cierre cautelar por semanas. La portada que pueden ver a su derecha, y que se dice que fue una leyenda urbana, reflejaba su posición ante las presiones del ministro de turno. Sè non e vero è ben trovato...
Claro que eran otros tiempos, pero, quizás, eso debería explicárselo alguien al señor Onetti y sus consejeros…
Bromas aparte, estimados lectores, puedo asegurar que, ni la urticaria emocional del señor Restrepo, ni las amenazas disciplinarias o la nostalgia tardofranquista del señor Onetti y su complaciente Consejo, ni siquiera una posible alucinación colectiva por parte de una comisión disciplinaria de cuyos componentes cabe esperar algo más de lucidez, evitarán que acuda a mi cita periódica para expresar, opinar, o informar de todo aquello que considere oportuno y de interés social, aunque, a este paso, pueda suponerme la invitación para acudir acompañado de padrino a la cita al amanecer con algún honor dolido.
¡Sólo faltaba eso en esta Sgae abrazada al surrealismo!
José Miguel Fernández Sastrón
(29 de abril de 2022)
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